lunes, mayo 08, 2006

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El sol amenazaba ya con sus rayos cuando abrió los ojos. Y no pudo más que ahogar un leve suspiro, que mostraba una desesperación y una angustia tan profundas que ni siquiera las lágrimas podían brotar de sus ojos. En cambio, las sentía agolpadas en su garganta impidiéndole respirar con normalidad, necesitaba llorar pero ni siquiera para eso tenía fuerzas.
Llevaba un tiempo sabiendo que ese día llegaría, que algún día no podría volver a tocarle, a sentirle, a hablarle, abrazarle, a gozar con él. Pero, aun así, no estaba preparada para ello, no concebía ver amanecer y darse la vuelta y no encontrarle a su lado. Aun así había tratado de convencerse de que el tiempo lo curaría un poco, y que solo tenía que levantarse y caminar.
Se desperezó en la cama, y se levantó con calma, al mirarse al espejo la persona que le devolvió la mirada no era ella misma, no tenía el brillo de sus ojos, ni su sonrisa, en su lugar tenía una extraña mueca, mezcla de dolor, sufrimiento, angustia y desesperación, además las ojeras le marcaban el rostro, incluso parecía tener más arrugas que la semana anterior. Apartó la mirada, sabiendo que ya nunca volvería a ser la que era y se fue a desayunar.

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